¿Las Comunidades Energéticas son una buena opción para los consumidores?

comunidades energéticas

En la mesa redonda organizada por AICAR ADICAE, a la que asistimos varios expertos, surgió una pregunta que interpela directamente a mi campo de trabajo actual: las comunidades energéticas. Dado el formato y la limitación temporal de la grabación, creo conveniente utilizar este espacio para aportar algo de información relevante y explicar mi opinión sobre el tema: ¿Son las comunidades energéticas una buena opción para los consumidores? ¿Por qué no despuntan?

Para comenzar a hablar sobre el tema de las comunidades energéticas, es importante que tengamos claro qué son y, por tanto, qué no son estos nuevos modelos participativos. Será la propia definición, la que nos ayudará a clarificar algunos conceptos clave: se trata de una entidad jurídica basada en la participación abierta y voluntaria, que es autónoma y controlada por sus socios o miembros y que cumple una serie de características. Antes de enumerar esas características, es crucial remarcar que, de acuerdo con esta definición, cualquier proyecto de renovables en manos de un agente o de varios agentes que toman las decisiones unilateralmente no se enmarcará dentro de este modelo. Podrán ser proyectos de renovables más o menos beneficiosos para los territorios, pero en ningún caso podremos identificarlos como comunidad energética.

Entre las características esenciales que debe cumplir encontramos que deberán situarse en las proximidades de los proyectos de energía renovable que serán de su propiedad y desarrollados por ella. Nuevamente, quiero hacer énfasis en el concepto de propiedad, ya que nos ayudará a distinguir si hablamos o no de una comunidad energética. Otra característica importante es el perfil de sus socios o miembros, a quienes identifica claramente: personas físicas, pymes o entidades locales, incluidos los municipios. Cuando una gran empresa llega a nuestro municipio con promesas de gran rentabilidad gracias a su proyecto de renovables, podrá ser verdad o mentira, pero lo que seguro no será es una comunidad energética. La última de las características a cumplir habla de su finalidad y es que este tipo de iniciativas debe proporcionar beneficios medioambientales, económicos y/o sociales a los territorios donde opera. Quizá el punto más difícil de entender, dado que apunta directamente al bien común y es algo a lo que no estamos demasiado acostumbrados a día de hoy.

Más allá de la propia definición se puede afirmar que las comunidades energéticas son una gran oportunidad para que las personas podamos participar, incluso ser protagonistas de una transición energética justa, democrática y en manos de las personas. Y es que encarnan el instrumento que necesitábamos para poner a la ciudadanía en el centro del modelo y, por lo tanto, en el centro de las decisiones. Se trata de iniciativas que permiten que los ciudadanos y pequeños actores participen activamente en la producción, gestión y consumo de energía renovable tomando decisiones de forma activa y colectiva, empoderándose así frente a otros agentes del sector energético.

Podría parecer que el párrafo anterior responde a la pregunta planteada al inicio; sin embargo, al analizar en detalle los beneficios que nos pueden aportar estas iniciativas, la respuesta se vuelve aún más clara. Entre los diversos beneficios que nos ofrecen las comunidades energéticas encontramos: ahorro en los costes de energía, ya que los participantes verán reducida su factura al producir y consumir la su propia energía; autonomía energética, porque reduce la dependencia de los consumidores de las grandes compañías eléctricas; mejora de la eficiencia de la red eléctrica y las infraestructuras de distribución, al consumir una energía de kilómetro 0; reducción del uso de combustibles fósiles y, por ende, , contribución a la mitigación del cambio climático; consumo responsable y sostenible de recursos (ya que los combustibles fósiles son finitos y limitados; aumento de la cohesión social, al fomentar la participación y la colaboración en modelos cooperativos; impulso a la economía local, generando oportunidades de empleo y promoviendo proyectos emprendedores en el territorio; y una capacidad para mitigar problemas de vulnerabilidad energética que trasciende el bono social, ya que permite pactar o regular la forma de participación económica. En definitiva, son muchos y diversos los beneficios que aporta este nuevo modelo.

Además, las comunidades energéticas transforman profundamente nuestra relación con los recursos naturales. Al participar en la producción y gestión de energía, los ciudadanos pasan de ser meros consumidores a cuidadores activos de los recursos de los que todos dependemos. Este modelo nos invita a ver la energía no solo como un servicio, sino como un bien común que debe gestionarse de manera responsable y compartida. En este sentido, las comunidades energéticas promueven una ética ambiental en la que la sostenibilidad y el respeto por el entorno son fundamentales. Así, lejos de tratarse únicamente de una alternativa energética, constituyen una nueva forma de entender y habitar nuestro entorno, en armonía con los recursos naturales y en compromiso con las generaciones futuras.

No obstante, a pesar de que desde hace tiempo sabemos de la existencia de las comunidades energéticas y de que su desarrollo es posible en España, observamos que están tardando en implementarse al ritmo que desearíamos a nivel nacional. Sin bien se trata de proyectos algo más complejos que los autoconsumos o incluso los autoconsumos colectivos, quienes trabajamos en su difusión e impulso encontramos varias barreras o factores que explicarían este fenómeno. En primer lugar, la falta de conocimiento: muchas personas aún desconocen qué son, cómo funcionan y las oportunidades que ofrecen. Hace falta mucha educación en temas de energía y no solo sobre este tema en concreto. También influye la falta de incentivos financieros y de apoyo gubernamental. Aunque existen algunas convocatorias dirigidas exclusivamente a comunidades energéticas, como el CE Implementa, resultan escasas y, en algunos casos, presentan condiciones muy difíciles de cumplir. Sabemos que la inversión inicial es una gran barrera, y con ayudas de este tipo, algo más accesibles, podríamos superarla. La burocracia y las barreras administrativas tampoco facilitan el proceso: en algunos casos, las licencias o permisos pueden extenderse excesivamente y, en todos los casos de autoconsumo colectivo, las distribuidoras alargan los procesos intencionadamente, sin justificación ni escrúpulo.

Las comunidades energéticas son una buena opción para los consumidores desde el punto de vista económico, ambiental y social. Sin embargo, necesitan un mayor respaldo en cuanto a políticas públicas, incentivos financieros y difusión. Desde las Oficinas de Transformación Comunitaria (OTC), estamos intentando mitigar la barrera de la desinformación. A través de charlas, acompañamientos y asesorías tratamos de impulsar iniciativas de comunidades energéticas en municipios, los barrios y los polígonos.

En Aragón contamos con el gran ejemplo de Luco Energía, en Luco de Jiloca: una comunidad energética impulsada desde la ciudadanía en la que participan 29 socios y que quedó conectada en abril del 2023. Gracias a la experiencia adquirida en este proyecto pudo nacer la OTC Participa Energía, que tras un año de ruta por los territorios rurales trabaja con 5 iniciativas que ya están constituidas y registradas (Mozota, Peñaflor, Ariño, María de Huerva y Bueñas). Dado que no se trata de procesos lineales y que cada municipio enfrenta sus propias problemáticas y necesidades, es importante tener en cuenta que son proyectos que llevan su tiempo; sin embargo, con voluntad y colaboración, es posible pasar del deseo a la puesta en marcha, si damos con esa llama que encienda la mecha. ¿Y tú, te animas a impulsar una comunidad energética en tu municipio?

Julia Peromarta. , Asesora energética, responsable de comunicación y gestión comercial en ENDEF

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