Parece como si en los últimos años hubieran aumentado los problemas de seguridad en internet: cada día escuchamos sobre nuevas y viejas amenazas, en algunos casos incluso afectando a personas cercanas. En esta nota vamos a hablar un poco de algunas de ellas y qué medidas podemos adoptar para vivir más tranquilos. Aunque en algunos casos no podemos hacer gran cosa, sobre otras tenemos más posibilidades y, desde luego, dedicar atención a estos asuntos va a mejorar nuestra situación sin ninguna duda. Vamos a tratar de aportar algunas ideas desde aquí.
La primera recomendación es la que haríamos con cualquier otra tecnología (más o menos avanzada) que tengamos a nuestra disposición: siempre vale la pena aprender a manejar las herramientas, comprender lo que está sucediendo y poder tomar decisiones adecuadas para nuestras necesidades. Y en caso de duda, preguntar a personas que nos puedan ayudar.
Internet nos ha traído unas posibilidades que eran impensables para nosotros: acceso a información de cualquier parte del mundo, desde la comodidad de nuestro hogar y con un coste bastante económico. Sin embargo, muchas veces tratamos de acceder solo a los beneficios, sin tener en cuenta los costes. Igual que sucede en cualquier circunstancia de nuestras vidas, estar seguros al 100% es un objetivo inalcanzable; sin embargo, mejorar nuestra seguridad puede ser una tarea abordable para cualquiera.
Normalmente todo sucede a gran velocidad, lo que probablemente sea uno de los primeros problemas: muchas veces recibimos mensajes, e indicaciones que nos fuerzan a actuar con rapidez (cuando no directamente con presión, con amenazas más o menos preocupantes). Este tipo de ataques tratan de aprovechar el comportamiento de las personas, siempre dispuestas a ayudar, resolver problemas o a responder ante estímulos alarmantes. Cuando un mensaje de este tipo nos pilla con la guardia baja, si reaccionamos rápido puede ser que actuemos con menos cuidado del debido.
En los dos últimos años la estrella está siendo la inteligencia artificial: tenemos acceso a herramientas capaces de manipulaciones impresionantes y, en particular, muy orientadas al manejo del lenguaje. Con estas inteligencias artificiales se realizan ataques mejores y más convincentes: esos mensajes que nos llegan tratando de que realicemos ciertas acciones están cada vez mejor escritos y no tienen erratas que nos permitan desconfiar de su contenido; también hay inteligencias artificiales protegiéndonos para que estos mensajes no nos lleguen. No obstante, la recomendación sigue siendo la misma de siempre: si es demasiado bueno para ser verdad, o demasiado malo para provocarnos alguna preocupación, siempre nos queda el recurso de tratar de mantener la calma y utilizar algunas estrategias:
- Copiar el texto del mensaje (o una parte) en nuestro buscador favorito y ver si alguien puede aportarnos información sobre el asunto.
- Preguntar a los supuestos remitentes; eso sí, tal vez por canales más tradicionales y no como respuesta a lo que recibimos; esto es, podemos llamar, por ejemplo, a nuestro banco, o al servicio de atención al cliente para ver si lo que estamos viendo es legítimo. O hacerles una visita.
- Preguntar a otros para que nos puedan aportar su perspectiva y conocimiento.
- Llamar a los teléfonos de ayuda que existen para estos casos (el Instituto Nacional de Ciberseguridad, INCIBE, tiene un teléfono desde hace algún tiempo de atención al público donde nos pueden ayudar y dar consejos; es el 017).
- Dejar pasar el tiempo (casi nada es tan urgente como nos quieren hacer creer los mensajes amenazantes que recibimos y es posible que mientras esperamos podamos informarnos mejor).
Vemos de vez en cuando noticias de robos de información a diversas empresas; entre la información robada puede estar la de sus clientes, y eso puede ser un problema para nosotros. Aunque no podemos hacer nada directamente contra esto, sí que podemos tratar de ser más precavidos con nuestros datos: cuando nuestros proveedores nos piden una cantidad excesiva de información personal podemos intentar asegurarnos de que si se los roban no estaremos demasiado comprometidos:
- Preguntarnos si cada dato que nos piden es necesario: hay que tener en cuenta que algunos son fáciles de sustituir en caso de que se vean comprometidos (podemos solicitar una nueva tarjeta al banco, por ejemplo), pero otros no lo son tanto (no podemos cambiar la dirección donde vivimos). En caso de que no lo sea podemos poner alguno menos comprometedor, como, por ejemplo, la dirección del trabajo.
- Evaluar el uso de direcciones alternativas para recibir los bienes, en caso de que se trate de un envío. Por ejemplo, los puntos de entrega que muchas agencias de mensajería tienen, de forma que no desvelaremos nuestra dirección.
- Tratar de elegir a proveedores que soliciten menos datos.
Finalmente, cuando queramos adquirir bienes diversos (tiendas de internet) será buena idea prestar atención a dónde lo hacemos:
- Buscar reseñas del sitio en cuestión. ¿Hay otros clientes hablando del sitio? ¿Parecen satisfactorias sus experiencias?
- Opiniones de otros usuarios. ¿Conocemos a alguien que haya utilizado el servicio? ¿Existen comparativas con otros comercios similares?
- Revisar las condiciones del servicio ofrecido. Estos sitios tienen leyes y regulaciones que deben cumplir, pero, además, debería ser sencillo encontrar esta información, y todo lo que leamos debería ayudarnos a comprender mejor los procesos, los costes, plazos, así como toda la información que nos ayude a mejorar nuestra confianza en el sitio.
En definitiva, cuando utilizamos tecnología (igual que cuando no la utilizamos): asegurarnos de que lo que se nos propone es razonable, invertir tiempo en hacer comprobaciones que nos satisfagan, preguntar, tratar de estar al día y pensar que no sucede nada si lo que estamos tratando de conseguir nos cuesta un poco más de tiempo, que es el que estamos invirtiendo en tranquilidad.
Fernando Tricas, Doctor Ingeniero en Informática y Profesor Titular en el Departamento de Informática e Ingeniería de Sistemas de la Universidad de Zaragoza